martes, 16 de abril de 2013

Dentro de cada uno de nosotros hay un caballerito barbudo encima de su burro


El don Quijote tiene gestos, creencias e ideas raras pero a su vez divertidas. Él busca aventura cuando al parecer no la hay. Trata de vivir sus propias normas y de perseguir sus ideales de romance, honor y valor. Siempre está inventando una nueva guion por la que va a dirigir su vida. Pero se considera loco por los demás en su vida. Y aparte de su único amigo Sancho, no tiene con quien relacionarse.
Vivir sin imaginar, sin soñar que la realidad puede cambiar o sin esperar que pueda haber algo mejor es morir estando vivo. Cuando nos alejamos de o no le hacemos caso a nuestra imaginación perdimos mucho sentido en la vida. En parte lo que nos distingue de los animales son los procesos cognitivos tal como el imaginar o el anticipar. Creo que el poder tener esos procesos permite que nos divirtamos al hablar, leer y pensar e igual  ayuda a que podamos trabajar hacia una meta que no se ve. 
Sin embargo cuando uno se funda de completo en lo imaginado la vida también pierde sentido porque llega a ser incapaz de lograr o apreciar las cosas tangibles. El Quijote muestra que  él no es capaz de hacer conexiones a las personas reales por estar tan metido en su mundo inventado. Él está tan ocupado pensado en como debería ser el amor o el romance que ni lo reconocería si el amor verdadero le diera un golpazo en la cara.
Así que me gustó la historia del Quijote porque pude aprender que en la vida hay que mantener un balance entre imaginar/ambicionar y vivir/apreciar las cosas como son. Como el Quijote nunca debemos tener miedo de vernos raros o de seguir un sueño justo y noble. Pero tampoco deberíamos actuar tan raro que nos llegamos a aislar de la realidad y a perder el control sobre ella. No podemos ignorar la realidad, sin embargo tampoco podemos dejar de esperar que haya algo mejor. 

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